Hoy en día ningún producto se vende si no esta relacionado con un mundo mágico, pero no el mismo mundo. Cada cliente tiene su ideal de mundo mágico, empezando por los niños en cuyos comerciales los juguetes se mueven prácticamente solos y los escenarios donde estos se movilizan no son la mesa de la cocina o el patio de la casa sino un terreno a escala totalmente ambientado para que suceda la acción. (Por su puesto el fabricante del producto siempre se lava las manos con letras diminutas en que desmiente que todo aquello viene metido en la caja). O la ama de casa a la que le venden productos que dejan limpios y relucientes la vajilla, la ropa de los niños, ¡la casa entera! muy fácil y sin esfuerzo ¡como por arte de “magia”!. O el caballero que con un buen whisky ya puede hacerse idea que esta en su propio yate al lado de sus amigos, festejando con supermodelos, y echándole bloqueador a una de ellas con el puro en la mano.
La industria vende mundos mágicos, sueños que no tienen nada que ver que la realidad, pero la gente paga. Paga para identificarse con el protagonista de la publicidad, para sentirse un poquito así, para sentirse bien consigo mismo, no con los beneficios del producto (si es que los tiene) paga para soñar y la industria solo vende.
A continuación presentamos un ejemplo de esto:
1 comentario:
Interesante percepción y buena ilustración con el uso de motivos de cuentos tradicionales. Se ha creado un universo bastante unitario, con personajes que parecen convivir y cuyo denominador común es el gusto por el chocolate. Allí va la percepción muy acertada: nuestra necesidad de magia, la resistencia del " niño interior ", el juego con la imaginación, que resuscitan personajes de aquellos remotos tiempos donde todo era posible. Como dicen en la historia de los mitos, retrocer " in illo tempore ", que nos da siempre fuerza, ganas, fe. Además de energia( chocolate).
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